Morbo, imagen violenta
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Morbo, la imagen violenta.

El hombre por naturaleza es curioso, esta incesante curiosidad lo ha llevado a crear y descubrir un sin fin de conocimientos en busca de bienestar, así como, para la imperante necesidad de seguridad para sí mismo y de quienes le rodean. La ausencia de seguridad trae consigo temor y reacciones que le permiten enfrentarla, casi siempre mediante el uso de la violencia, que responde a un instinto natural y primario de la conducta humana.

La violencia expuesta y los resultados de la misma, son un referente inequívoco de inseguridad colectiva y un mecanismo de difusión de poder. Como una consecuencia de esta exposición, se origina el morbo. El morbo es una atracción hacia lo desagradable, nos convierte en testigos del padecimiento ajeno, en meros espectadores de lo malsano. Nos extrae de la desgracia, al no ser nosotros la víctima.

La realidad de nuestro entorno está cada vez más expuesto, los medios de comunicación han encontrado en la inseguridad un gran show, y un enorme negocio; desprendiendo a la noticia de su calidad informativa para dar pie a un exacerbado morbo mediático. Aunado a índices elevados de inseguridad, la presencia de la imagen violenta, se ha convertido en parte de nuestra cultura visual.

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Este género tiende a despertar la morbosidad del público, con su inmediatez y la creciente frecuencia, los nuevos recursos y técnicas informativas con los que se captan, exponen y difunden. Las consecuencias de esta cultura visual son muy graves para la sociedad, ya que tiende a volver insensibles a las personas frente a la violencia y cada vez se necesita más sangre y hechos atroces para lograr impresionar. La violencia crea adicción entre el público. Para Sánchez Parga “Resulta indiscutible que el consumo de tanta violencia predispone a la violencia y termina reproduciéndola y generándola” (Sánchez, 1997, p.4). Quizá por ello hay menos crímenes, pero son más espectaculares.

Los medios de comunicación hacen uso de las nuevas tecnologías para propagar de forma más mediata la información violenta. Los propios usuarios retransmiten la información, creando cadenas de morbo. Surgen entonces los cuestionamientos éticos y morales, hasta donde seremos capaces de hacer de la dignidad humana un negocio rentable. ¿Nos desprendemos del principio básico de nuestro ser?, el hombre no es más el eje en búsqueda de la razón y la sabiduría, sino el actor secundario y espectador pasivo, en un escenario degradante y un negocio fructífero, propiciado por el propio monstruo que creo a través de la tecnología y los medios de comunicación. 

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Sabemos que los medios en sí, no son malos, el cómo los empleamos ya es otra cosa. Pero si bien los medios se han dado a la labor de crear una cultura por el morbo de la imagen violenta, cierto es, que el propio destinatario las demanda; sirve de alimento emocional a una sociedad acostumbrada a la violencia y al mismo tiempo cubre una función que les permite a las personas cubrir sus propios miedos.

La dignidad humana se convierte en otro producto de nuestra sociedad de consumo susceptible de ser comprada o vendida. Al mismo tiempo, los medios de comunicación son también agentes productores y difusores de ideología y desinformación, gracias al tratamiento banal del sufrimiento crean imágenes desagradables, las extienden por doquier contribuyendo a justificar la violencia en su acepción más amplia. El lector menos crítico, al no poder verificar la información recibida, acepta plenamente la autenticidad y la objetividad de lo comunicado, interpretando el mensaje de forma errónea, considerando como única verdad la versión que le proporcionan los medios.

Según estadísticas recientes, el nivel de violencia es menor comparado con años anteriores, pero la forma en que se manifiesta es de mayor impacto, González lo describe en su artículo: México: nota roja, entre el estigma y negocio: “Los asesinos se han convertido en escenógrafos e instaladores. Sus fechorías son repugnantemente espectaculares” (González, 2010). Este espectáculo de violencia, demanda experiencias mayores de agresividad, que orillan a los medios a la búsqueda y presentación de imágenes más crueles y desgarradoras, que mantengan cautivo a su público.

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El morbo nos desprende, al no ser nosotros las víctimas, se experimenta una especie de catarsis; mientras el difunto o violentado no sea un familiar, un conocido o uno mismo, es como ver una película. El nivel cultural de la población, y la experiencia del día a día, donde lo que ellos observan es un alto grado de violencia en su entorno y en sus relaciones cotidianas, no les resulta nada extraño, es parte de lo que viven, lo que les muestran las imágenes violentas es su vida cotidiana. Lo que nos hace responsables de la inseguridad que experimentamos diariamente.

Como sociedad debemos involucrarnos en la creación de un ambiente propicio de la mano de los medios y las nuevas tecnologías, encontrando un equilibrio con la información; no como un sueño utópico para terminar con la violencia, pero si para demandar su regulación, su apropiada difusión sin recurrir a imágenes desagradables que terminan por dañar nuestra salud mental como individuos y nuestro entorno sociocultural.

Es necesario comprender nuestro entorno, ser participes de lo que como sociedad generamos, las consecuencias de una cultura visual violenta, establece un desprendimiento de nuestra dignidad humana. El morbo nos orilla, los medios nos empujan, la caída puede ser desastrosa en primer plano como individuos y en consecuencia como sociedad. No podemos ver con normalidad algo que no tiene nada de normal.

El presente artículo fue publicado en octubre de 2012, es parte de la Especialidad en Nuevas Tecnologías, en Hipermedios. Dentro del Semimario de Diseño III, con la Dr. Bela Gold.

Bibliografía

AGUILAR García, Juan Carlos, La Roja, Cuartoscuro, agosto 2009.

Disponible en internet: <http://cuartoscuro.com.mx/2009/08/la-roja/>CORCHADO, Alfredo, The Epicenter of Violence, Revista Literal. Latin American Voices, núm. 24 febrero 2008.

GONZÁLEZ, Luis Miguel, México: nota roja, entre el estigma y negocio,El Economista, 23 Abril, 2010. Disponible en internet: <http://eleconomista.com.mx/caja-fuerte/2010/04/23/mexico-nota-roja-entre-estigma-negocio>

SÁNCHEZ Parga, José, De la crónica roja al morbo mediático, 1997, Chasqui, núm. 60.

ROSAGEL, Shaila, Las imágenes de la nota roja, Etcétera, octubre, 2007

Disponible en internet: <http://www.cge.udg.mx/revistaudg/rug22/rug22dossier1.html>

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